3’5 Butacas de 5
La ópera prima de Luis Navarrete es un proyecto que comienza como un corto y encuentra su camino hasta el largometraje. Un divertido musical que narra una historia, tan trágica como cómica, a través de canciones que recuerdan a mundos llenos de magia. Una preciosa fotografía, una trama llena de sorpresas y una banda sonora que abraza todos los pequeños elementos narrativos y subjetivos para reunirlos en una gran obra titulada El fantasma de la sauna.
El filme comienza presentando un mundo lleno de colores, brillo y un ambiento casi onírico, pero aterriza rápidamente sobre otro mucho más pálido y apagado. El juego entre estos dos estados se convertirá en un elemento esencial para transmitir los estados mentales y emocionales de los personajes, una evocación anímica del interior a través de la forma. La teatralidad de los números musicales, el diseño de las coreografías de actores y de cámaras, los contrastes entre lo que se puede ver y lo que se puede sentir, la intensidad emocional de la trama y la cuestión de lo moral e inmoral convierten a El fantasma de la sauna en una obra por la que dejarse llevar. Logra, desde el principio, crear un espacio sobre la pantalla y en las mentes que funciona con sus propios símbolos, normas y posibilidades.
La trama, en un principio simplemente divertida, se desarrolla hasta llenarse de tintes oscuros y perturbadores. La sorpresa es asegurada, e incluso su final no es tan obvio como puede parecer. Los números musicales, compuestos por Ramón Brau, y su perfecta sintonía con el resto de la banda sonora cargan con el ritmo a medida que se desarrollan los acontecimientos. Los encadena, aísla y alivia de las tensiones, permitiendo a los personajes transformarse a través de ella. La música cumple el importante papel de unificar y, sin embargo, lo hace de una forma llena de contrastes. Si algo destaca a primera vista en esta obra, es la forma que tiene de narrar los eventos más oscuros con música impregnada de magia, esperanza e ilusión. La imagen resultante es una composición que solo toma su forma última al llegar al espectador, una reflexión, un alivio o un mero instante de interés.
Los protagonistas de este relato, interpretados por Néstor Goenaga y Martín Spínola, son jóvenes atormentados, víctimas que encuentran la paz en la mirada del otro. Su relación se construye sobre la música y la esperanza de una vida mejor, pero ambos, enjaulados por el miedo, son llevados por la tragedia hacia emociones que nublan su experiencia. La locura se apodera del ambiente como los vapores de la sauna y ninguno de los personajes se libra de la condena de afrontar su propio pasado. Las conspiraciones de quienes los rodean abren un portal lleno de sorpresas y se construye el clímax de la obra, donde todo el mundo ha apostado en un juego que nadie puede (o debe) ganar.
El fantasma de la sauna es una obra atrevida. La inocencia, la soledad y el dolor se mezclan en esta ópera prima para crear un cuadro íntimo y provocador. Una producción liderada por creadores jóvenes sin temor por lo alocado y de la que cualquier espectador podrá disfrutar.