3’5 Butacas de 5
Han asomado unas cuantas lunas y otros tantos soles desde mi visionado del film El león y el lobo y aún la emoción me embriaga el alma y el corazón. Y es que Gilles de Maistre, quien hace tres años nos brindiera la bella y entrañable Mia y el león blanco, retorna a las salas de cine con esta nueva cinta que nos devuelve a la naturaleza para regalarnos un nuevo y precioso relato de amor entre humanos y animales.
Si la cinta de 2018 nos trasladaba a la sabana para ver cómo nacía un vínculo tan estrecho como especial entre una niña y un león salvaje, aquí Gilles de Maistre nos sitúa en una isla de Canadá para conocer la historia de amistad entre una joven pianista, un león y un lobo, volviendo a demostrar que, cuando la naturaleza, humana o animal, muestra su faz más amable, un cánido y un felino pueden ser hermanos. Y es que este es el tipo de relación que existe entre el león y el lobo que dan nombre a la cinta que nos ocupa, tanto en la ficción como en la realidad, tal y como podemos ver en los últimos compases del film. Así pues, en El león y el loboseremos testigos de cómo nace esta relación, cómo se va afianzando y cómo el Homo Sapiens puede ser tan perjudicial como beneficioso para la supervivencia de los animales y el hábitat donde viven y conviven con otras especies. Así las cosas, a lo largo de la película vemos las dos caras del Ser Humano: por un lado vemos cómo el egoísmo y el ánimo de lucro imperante en la hodierna sociedad se impone sobre el sentido de convivencia con algo tan intrínsecamente importante como la naturaleza para nuestra especie y tan superflua para los intereses de ciertas empresas; por otra parte, vemos la faceta más generosa de nuestros congéneres personificada en Alma, la protagonista de este largometraje, que no dudará en anteponer la subsistencia de los animales a sus propios sueños.
Precisamente, los sueños, el origen de estos mismos y el deseo de verlos cumplidos es otro de los temas que subyacen a la trama principal, haciéndonos reflexionar sobre si lo que llevamos deseando toda nuestra vida lo anhelamos por nosotros mismos o por la influencia de terceras personas. Muchas veces perseguimos objetivos vitales de manera ciega, sin pararnos a pensar sobre si realmente es lo que queremos para nosotros mismos o son otros los que nos están empujando a través de un hilo invisible para que caminemos por una senda que tal vez no nos convenga. En este sentido, son múltiples los personajes de este film los que se percatan de que alcanzar sus sueños carece de importancia cuando se dan cuenta de que no les pertenecen o que afectan al bienestar de otros individuos.
Este tema y otros como el de la perseverancia, la generosidad inherente a la amistad incondicional o la diferencia entre el valor y el precio son tratados de una manera natural, como no podía ser de otra manera. Y es que De Maistre consigue que nos emocionemos y empaticemos con los personajes de su película al acercar la ficción al terreno del documental, sin perder la belleza en la fotografía y el sentido narrativo de los planos que elige; evidenciando en todo momento que, aunque tiene cierto espíritu documental, estamos ante una obra de ficción que logra introducirnos en su propuesta con pasmosa facilidad desde sus primeros compases, sin soltarnos en ninguno de sus noventa y nueve minutos.
En definitiva, El león y el lobo es una película bella en su forma y en su fondo, un ejercicio de honestidad fílmica que nos reconcilia con la naturaleza al tiempo que nos enseña que un cánido y un felino pueden ser hermanos, que debemos perseguir nuestros sueños por nosotros mismos y que lo más bello de la vida no cuesta dinero, está al alcance de todos.