3’5 Butacas de 5
Tres años han pasado desde que Wes Anderson estrenara su última película en las carteleras españolas. Con pandemia de por medio, el icónico autor se vio obligado a retrasar la presentación de “La Crónica Francesa”, su nueva obra, hasta la reciente edición del Festival de Cannes, dónde consiguió un largo aplauso de nueve minutos. Sus fans, por tanto, pueden estar tranquilos. Porque es cierto que Anderson ha cambiado poco, y si lo ha hecho ha sido para enamorarse aún más de sí mismo.
Partiendo de una premisa bastante interesante, el director nos introduce en las tripas de un coqueto periódico inspirado en la conocidísima y bohemia revista “The New Yorker”. Así, por medio de una antología de tres breves historias se nos hace partícipes de las vicisitudes y las excentricidades de algunos de los miembros de la redacción, unos cronistas cuyos reportajes se desarrollan en la pequeña y ficticia localidad francesa de Ennui-Sur-Blasé. Diseñado para ser un personaje más, el pueblito se complementa con un plantel de estrellas envidiable que no para de desfilar por la pantalla: de Tilda Swinton a Benicio del Toro, sin faltar por supuesto el mítico Bill Murray. ¡Hasta los cameos están protagonizados por actrices de la talla de Saorsie Ronan!
Sin embargo, este glamour tan aparentemente atractivo acaba perdiendo su gracia, y no sirve para enmascarar el flojo guion de Anderson, cuyos argumentos terminan siendo demasiado caóticos como para cogerles el punto. Pero no se asusten los admiradores del cineasta: su estilo visual continúa intacto. De hecho, es imposible negar el goce que supone mirar cada una de las imágenes que Anderson se ha inventado para “La Crónica Francesa”. Fiel a su particular minuciosidad a la hora de planear el diseño de decorados y vestuario, el americano repite – y exagera sobremanera- sus famosas paletas de colores pastel, las simetrías laterales o los “tableau shots”. A lo largo de la cinta el público es movido con mano ágil por el director a través de todos los pequeños mundos que este ha ido creando con su particular idiosincrasia, y que llegan a parecer inagotables en inventiva y en belleza. Además, el humor que no logra funcionar en el guion sí tiene cabida en sus ocurrentes gags visuales, que consiguen hacer la historia un poco más llevadera.
Pero la forma no lo es todo, y al final esta depende de un buen argumento que la sostenga. “La Crónica Francesa” carece de este último, y lo que podría haber sido otra maravilla como es “El Gran Hotel Budapest” se queda en una mera anécdota. Eso sí, muy bonita de ver.