2’5 Butacas de 5
Personalmente, soy poco amigo de las comparaciones entre medios artísticos tan diferentes como el cómic y el cine, y menos aún de esa noción instalada en la mente de algunos “fans” (ejem) de que una adaptación solo es buena si es fiel al original. Marvel, en concreto, es un sello que acoge centenares de versiones diferentes de sus creaciones, por lo que no debería suponer un problema para nadie que el Venom del cine no sea igual que el Venom del papel, ¿verdad?
En este sentido, la primera entrega de Venom (2017) trató de explotar la faceta antiheroica de un personaje que ha sido de todo, desde supervillano hasta salvador de la humanidad, pero al que había que proporcionar un nuevo origen. Spiderman, que en la mitología comiquera fue el primer huésped del simbionte (luego su archienemigo, y por último un aliado más o menos reticente), no podía estar en la película, pero el público recibió con mucho gusto sus cuidados efectos especiales, su acción desenfadada y las dosis de humor negro del deslenguado alienígena. Tal fue su éxito que Sony se apresuró a anunciar planes para una segunda parte en la que el villano sería Carnage.
Carnage. Matanza, para los más clásicos. Una máquina nacida para asesinar, alimentada por la mente de un psicópata. El mal encarnado, un ser sin redención posible, enemigo tanto de Spiderman como de Venom. Para cualquiera que haya leído un cómic en su vida, es imposible desligarse de esa concepción del personaje, porque tras él no hay nada salvo ríos de sangre. Iron Man lleva armadura. Spiderman tiene poderes arácnidos. Matanza… hace matanzas. Puedes cambiar detalles de su personalidad o de su origen y crear una nueva versión de estos personajes (que es justo lo que pasó con Venom), pero si lo que les arrebatas es el elemento mismo que les proporciona su identidad, te va a costar mucho trabajo que los fans se lo traguen.
Pues con este precedente, llega Sony y decide que Venom 2: habrá matanza sea una película apta para menores de 12 años. Ya no es que no sea R (que habría sido lo ideal), es que es, repito, apta para menores de 12 años. Con todo lo que eso entraña: nada de sangre, nada de violencia explícita, y sí muchos cortes de edición justo antes de que pase algo remotamente impactante. Hablamos de una película en la que el protagonista no deja de expresar su ansia por arrancar y devorar cabezas humanas, pero que en la práctica no contiene una sola amputación más chocante que las de El Imperio Contraataca. En esencia, la maravillosa recreación digital de Matanza y el espectacular trabajo de Woody Harrelson son lo único que impide que hablemos de un atropello comparable al que sufrió Deadpool en X-Men orígenes: Lobezno (2009).
Lo cierto es que la identidad del antagonista no importa en absoluto: podría haber sido un personaje nuevo llamado Perico el Palizas (cuyo superpoder consiste en lanzar gente contra las paredes sin hacerles nada) y la película no habría cambiado un ápice, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta la cantidad de metraje que se dedica a establecer la conexión entre Venom y el dúo conformado por Matanza y Grito. Lo que se ha buscado es un calco de la primera entrega, ni más ni menos. Esto, claro, tiene su parte buena para los que quedaron encantados con la propuesta original. Los efectos especiales siguen siendo geniales, el humor negro sigue estando ahí y Tom Hardy confirma que ha hecho suyo el personaje.
¿Podemos hablar entonces de una buena película, aunque sea una mala adaptación? Pues tampoco diría yo tanto. Su desproporcionado afán continuista hace que Venom 2 caiga en la autoparodia demasiado a menudo, llevando la dinámica entre Eddie Brock y el simbionte al terreno de La extraña pareja (1968). Y ojo, que esta idea podría haber funcionado, pero no lo hace del todo porque ni está lo bastante bien escrita ni es capaz de reivindicarse como otra cosa más que un recurso para rellenar minutos hasta que llegue Masacre. Y si tienes que rellenar minutos en una película que apenas supera la hora y media de duración, mal vamos. El invento se puede disculpar como estrategia para desarrollar la relación entre Eddie y Venom de cara a futuros proyectos, pero ya.
Por otro lado, y aun dejando los cómics al margen, hay una disonancia demasiado grande entre la caracterización de Venom y su forma de comportarse en la película, más propia de un adolescente flipadillo que de un “protector letal”. Para más inri, ni los chistes tienen el mismo tino que en la primera película (demasiado repetitivos y abundantes) ni las escenas de acción están a la altura: ya he hablado de la alarmante falta de sangre, pero es que la auténtica acción no llega hasta el mismo final. Por fortuna, Venom 2 se pasa tan rápido que uno no tiene tiempo de indignarse del todo. Al final lo que te deja es una vaga sensación de entretenimiento inocuo, una excusa para desconectar delante de una pantalla y, eso sí, muchísimo hype. Porque hay escena poscréditos, y mejor no digo nada sobre ella… pero es la verdadera responsable de que saliera del cine con una sonrisa.