3 Butacas sobre 5
No hay mejor cura de prepotencia que un cambio de aires. Del sofisticado centro parisino a la periferia de la ciudad; un claro contraste de culturas, modo de vida, educación, negocios… En fin, un amplio abanico de ejemplos que se exponen con el objetivo (o uno de ellos) de construir una comedia con aires de costumbrismo cómico francés.
Mohamed Hamidi (La vaca, Mi tierra), al frente de la dirección y el apoyo en el guion de Khaled Amara (¡Cásate conmigo! Por favor) y Michaël Souhaité (Prozac tango), nos recrean una situación, que aunque se trate de una historia con elementos muy típicos, consigue funcionar dentro de sus expectativas.
Pero no se olvida el mérito de personajes entrañables como el recreado por Malik Bentalha (Le doudou, Mi tierra), amabilidad donde la haya y adorabilidad, si bien cae en lo esperable de la trama. Con Gilles Lellouch (En buenas manos, Cosas de la edad) dando imagen a un elenco al que, siendo sinceros, tampoco se le pueden poner demasiadas pegas. Decir que el reparto aporta un buen rollo considerable a la atmósfera de la película, y aunque sean personajes que no llegan al estereotipo (pero se acercan y ahí está la gracia). Lo mismo acerca de la banda sonora que te hace sonreír y remover las actitudes de ciertos personajes.
Si bien es verdad que la trama parece un conflicto alargado se disfruta viendo los buenos ratos que viven en la oficina que podría considerarse casi una familia, con sus altibajos; también, se le reconoce un giro de trama en el que ambos mundos (o incluso sociedades) terminan mimetizados de una forma que no deja de resultar, como poco, llamativa.
Una comedia que no deja de resultar a la vez una crítica al racismo que actualmente se continúa viviendo y los prejuicios que aplicamos en algún momento.