3 Butacas de 5
Cuenta David Ritz en su biografía desautorizada sobre Aretha Franklin que la cantante se pasó toda su vida intentando construir una imagen de felicidad que ocultara a la prensa y al público todos los infortunios a los que tuvo que hacer frente. Con “Respect”, la cineasta Liesl Tommy nos ofrece la posibilidad de acercarnos tanto a las subidas como a las bajadas que fueron definiendo a la diva del soul, pero lo hace de manera tan superficial y edulcorada que el retrato de Franklin acaba siendo más bien un simple esbozo de su personalidad, sus deseos y sus “demonios”.
Sin romper ninguna de las reglas del género del biopic musical -e incluso podríamos decir que exprimiéndolas en demasía-, “Respect” cubre la vida de Franklin desde su infancia hasta el momento en el que alcanzó el éxito internacional. Así, la película comienza mostrando como desde una edad muy temprana la diva tuvo que sobreponerse al repentino fallecimiento de su madre o a su primer embarazo con 12 años. Estos momentos traumáticos, claves a la hora de comprender la futura personalidad de la Aretha adulta, son tratados de forma bastante superflua por el guion de Tracey Scott, lo que poco a poco va restando matices y profundidad en el desarrollo del personaje. La superficialidad, lejos de ser solventada a medida que avanza el metraje, se va imponiendo poco a poco hasta impregnar cada uno de los temas de la película: la lucha por los derechos civiles, el feminismo o la depresión se tratan como un conglomerado indefinido que hace que pierdan su relevancia, tanto en general como aplicados a las experiencias de Franklin.
“Respect” tiene, a pesar de todo, un punto fuerte: la música. No sólo por las maravillosas canciones de la reina del soul, sino también porque a lo largo de la película esta se concibe como si de un lenguaje se tratara. Tras la muerte de su madre, Aretha deja de hablar. Y, cuando por fin recupera la palabra, lo hace para cantarla. La música es su idioma, pero también el idioma de la comunidad negra de la que estuvo rodeada toda su vida. Esta comprensión de la música como nexo de unión y, al mismo tiempo, como forma de celebrar y de expresar creencias es la que convierte las secuencias musicales en la mejor parte de la película. Ayuda además el hecho de que Jennifer Hudson haya sido la encargada de dar vida a Franklin -fue ella misma quien la designó para el papel-, ya que su interpretación está cargada de poder y de sinceridad.
Siendo la película de Liesl Tommy una de las pocas crónicas sobre su vida que Aretha Franklin aprobó antes de su muerte, me pregunto cómo la estrella hubiera reaccionado ante su visionado. La película merece la pena al menos por la posibilidad que ofrece el cine de escuchar las canciones de la diva por todo lo alto.