2´5 Butacas sobre 5
El papel de sus vidas, la nueva película de la directora francesa Anne Giafferi, llega a los cines el próximo 27 de septiembre. La comedia, protagonizada por Mathilde Seigner, cuenta la historia de Julie, una actriz que, una vez llegado a la cima de su carrera, ve cómo esta se desmorona por el simple hecho de haber dejado atrás sus años de juventud. La presión por disimular los signos de la edad lleva a Julie a una situación desesperada tras sufrir una desagradable reacción alérgica al bótox; le pedirá a Laurette, a quien acaba de conocer, que la sustituya en el rodaje de su nueva película. Y es que, sorprendentemente, las dos mujeres—interpretadas ambas por Mathilde Seigner— son casi idénticas.
Sin duda, lo más meritorio de El papel de sus vidas es el choque entre estos dos personajes principales; la estirada y malhumorada Julie acaba de los nervios con la autoimpuesta compañía de la vivaracha y cariñosa Laurette. Un destacable ejercicio interpretativo de Mathilde Seigner que consigue reflotar en algún momento una historia muy fácil de contar, pero que se pierde en recovecos innecasarios.
Con un inicio bastante lento, el filme va ganando ritmo en el tercer cuarto. Sin embargo, el espectador si ya ha visto películas del tipo Tú a Londres y yo a California, sabe ante qué se encuentra y espera, quizás, una sorpresa final, un giro que parecen querer dar, pero que se queda en nada. Con un final ideal y lleno de purpurina, el gran problema de El papel de sus vidas es que es una comedia que, por momentos, quiere introducir tintes dramáticos, pero no lo consigue del todo. No obstante, la parte cómica, siempre y cuando esté en escena la protagonista, funciona bastante bien.
No obstante, la premisa de la que parte la película era llamativa y se podría haber explotado mejor. Podría haber sido una crítica mordaz y divertida a la situación de las actrices en la industria del cine, pero se queda en un Tú a Londres y yo a California para adultosque satisface de manera correcta, aunque no sobresaliente, las ganas de soltar alguna carcajada de los espectadores.