4 Butacas de 5
Céline Sciamma es una realizadora que sabe que la belleza se esconde en los detalles, en la sutileza y en la simplicidad. Cuenta de ello da su nueva película, “Petite Maman”, en la que la francesa vuelve a retratar la infancia; esta vez como vehículo para reflexionar acerca del pasado y los recuerdos, y cómo ambos definen a aquellos que nos rodean.
La protagonista, Nelly, es una niña de ocho años que acaba de perder a su abuela. Viaja entonces con su familia a la antigua casa en la que esta habitaba con la intención de recogerla y limpiarla. A pesar de ser un lugar idílico, situado en medio de un precioso bosque, está también llena de recuerdos dolorosos para Marion, la madre de Nelly. Tomando la perspectiva de la niña, Sciamma indaga de manera humana y sencilla el duelo: Nelly trata de comprender mejor a su madre -y la experiencia de enfrentarse a la pérdida que está atravesando- explorando los lugares y los objetos que esta poseía cuando era pequeña, tratando de compartirlos con ella. Sin embargo, su deseo se ve frustrado cuando Marion abandona la casa sin avisar, abrumada por la pena.
Poco después, Nelly conoce a una niña extrañamente parecida a ella en el bosque. La directora francesa va construyendo lentamente una preciosa amistad entre ambas, hasta revelarnos -en un giro narrativo cautivador- que la amiga de Nelly es en realidad Marion, su madre, cuando tenía la misma edad. Por medio de una cuidada y tierna mezcla de pasado y presente, de realidad y fantasía; Sciamma otorga a Nelly acceso directo al mundo de su madre y, en una amalgama de complicidad, juegos y confesiones; permite que ambas se conozcan sin las barreras que interpone el paso del tiempo.
La delicadeza de la historia es trasladada hábilmente a la puesta en escena por la realizadora, quien repite con Claire Mathon como directora de fotografía. Ambas optan por construir los espacios con un naturalismo que se aleja de la fantasía de los encuentros entre Nelly y Marion, pero que al mismo tiempo consigue que cada plano de la película rezume una belleza nostálgica que hace casi imposible retirar los ojos de pantalla. A ello ayudan tambiénlas actuaciones delas dos niñas, hermanas en la vida real, y a quien Sciamma logra dirigir con absoluta maestría, dejando algunas escenas maravillosas entre ambas.
El resultado es un pequeño cuento con el que la directora francesa volverá a emocionar, y con el que sigue demostrando que es una experta a la hora de profundizar en los sentimientos humanos más universales como la amistad, el duelo o el amor de una madre y una hija.