2´5 Butacas de 5
Este viernes llega a nuestros cines El médico de Budapest, la nueva película del húngaro István Szabó, cineasta especializado en dramas humanos como The door, Dulce Emma, Querida Bobe o Un film de amorque aquí vuelve al género que mejor sabe abordar para contarnos la vida de un cardiólogo que, al llegar su fulminante y forzada jubilación, no encuentra el rumbo de su vida tras dejar la rutina que ha mantenido durante tantos años. Así pues, regresa a su pueblo natal para trabajar como médico generalista.
Aunque estemos ante un drama, podemos decir que la obra que nos ocupa está salpicada de momentos cómicos integrados en la trama de manera natural, nada forzada, para barnizar de cierta amabilidad un relato que de otra manera podría haber quedado muy amargo. Aunque hay que decir que en este propósito no resulta del todo satisfactoria, y es que El médico de Budapest, pese a presentar momentos oníricos (sobre todo en sus primeros compases) que se salen en cierta manera de los cánones habituales de este tipo de cintas,es una película lineal que no siempre funciona, pues está copada de personajes secundarios que carecen de background; no tienen trasfondo, lo que hace que el espectador no pueda empatizar ni con ellos ni con lo que les suceda, quedando diluido cualquier dramatismo latente en sus historias. Así pues, los personajes más rescatables son el propio protagonista, encarnado de manera más que loable por el actor Klaus Maria Brandauer, y el alcalde del pueblo, interpretado por András Stohl (a quien vimos recientemente en su debut como actor: la festivalera y notable FOMO), que nos regala uno de los personajes más memorables entre tanta planicidad. Por su parte, el personaje del cura, a quien da vida Károly Eperjes, es el que nos proporciona los momentos más cotidianos, naturales y reflexivos, los más profundos de la película.
Y es que, a pesar de su carácter preponderantemente monótono, la cinta que nos atañe tiene consigo elementos metafóricos y espirituales que enriquecen el conjunto, como es el caso del manantial que vemos en diversas secuencias y que sirve como paralelismo con la propia vida, que, pese a las dificultades que se puedan presentar en su camino, fluye, continúa discurriendo por su cauce. De igual manera, otro elemento a destacar es la música, tanto a nivel puramente fílmico (la música extradiegética mantiene el tono clásico de la historia que se nos relata) como a nivel argumental, pues es la rama a la que el protagonista se apoya cuando su vida da un giro de ciento ochenta grados. O trescientos sesenta, puesto que el film de Szabó presenta una estructura circular: termina en el mismo espacio donde empieza; reforzando la metáfora del manantial, recordándonos el famoso discurso de Heráclito: “Ningún hombre pisa el mismo río dos veces, porque no será el mismo río y él no será el mismo hombre”. Al igual que el protagonista no es el mismo que antaño ni el pueblo es el mismo que recordaba.
En conclusión, para el que escribe estas líneas, El Médico de Budapest es una madura y lineal cinta carente de pulso y tensión, aunque su corazón nunca deja de latir. Fluye, cual agua de manantial, gracias a un Brandauer que pone el Do mayor a esta obra donde Szabó escarba en el pasado del protagonista, florecen los celos y pone en valor la profesionalidad de los médicos pese a la corrupción política, chantaje y vicisitudes que puedan llegar a tener con sus pacientes más hostiles. A esta película le falta algún que otro desfibrilador para reanimarla, como también profundidad en ciertos personajes de reparto para conseguir empatizar con sus tragedias.