3´5 Butacas de 5
No sé a qué creativo de Disney se le ocurriría que era buena idea sacar películas basadas en las atracciones de sus parques que no estaban asociadas a ninguna franquicia. Lo que está claro es que el éxito de Piratas del Caribe le debió de dar suficiente crédito en la empresa como para proponer hacer una película de las papeleras de Disneyland, o de las bocas de riego automático. Y seguro que la hace, y le sale un taquillazo. Hay gente que nace con estrella.
Porque, la verdad sea dicha, yo no esperaba nada de Jungle Cruise. La original es algo así como un paseíllo en barco sobre raíles en el que van desfilando animales animatrónicos de otra época. Difícil punto de partida para un argumento interesante. Y, en realidad, todos los problemas de la película van un poco por ahí: el guion es bastante predecible si uno está atento, y el irregular montaje (sobre todo en el tercer acto) hace que en más de una ocasión uno se sienta como si estuviese atrapado en la atracción homónima, esperando a que pase algo.
Eso es lo malo. Pero lo bueno es todo lo demás. Empezando por la ambientación en sí, que, al margen de los guiños a Disneyland (quien haya vivido la experiencia los disfrutará más, supongo), es un espectáculo visual que funciona a la perfección. Una mezcla explosiva de ensoñación y realidad con una jungla que tan pronto te parece sacada de un documental como de una novela de aventuras. La ensalada de géneros, con toques de comedia, drama, fantasía, romance y acción, es un plato difícil de rechazar en pleno verano, y más aún cuando la propuesta entra por los ojos desde el primer minuto.
Lo mejor, en todo caso, es un elenco inmejorable en el que Dwayne Johnson y Emily Blunt te venden la secuela, la trilogía y lo que quieran hacer después. Ya no es que tengan una química inmediata (que la tienen): es que los dos son capaces de coger dos personajes con todas las papeletas para convertirse en estereotipos sin interés e inyectarles toneladas de carisma. El tercero en discordia, Jack Whitehall, no brilla con la misma luz, pero al menos tampoco desentona. Está por ahí, aporta algún alivio cómico simpático, y dos orejas a las que hablar; tiene algún momento para lucirse (con sorpresa incluida), aunque no basta para hacerle sombra al recital cómico de Johnson ni al descaro de Blunt.
Tampoco los villanos, interpretados por unos correctos Edgar Ramírez y Jesse Plemons, logran robarle el foco al dúo protagonista, aunque el segundo está muy inspirado. Por último, el público español tiene el aliciente de ver a Dani Rovira y Quim Gutiérrez compartiendo escenas con Dwayne Johnson (si esto no es la prueba definitiva de que vivimos en una simulación, nada lo va a superar).
Sin ánimo de desvelar demasiado del argumento, esta expedición por la jungla tiene el sabor de aventuras como Tras el corazón verde, La momia o Piratas del Caribe (con la que no solo comparte lo de estar basada en una atracción, sino también bastantes recursos visuales y argumentales). Sin embargo, Jungle Cruise desprende tanta personalidad que no me extrañaría que acabase dejando poso en los espectadores. Quizá si la historia de los conquistadores españoles hubiese sido más fluida y no abusase tanto de la exposición y el flashback las sensaciones serían aún mejores, pero como producto de entretenimiento está llamada a ser una de las grandes atracciones de la temporada.