2´5 Butacas de 5
Tras cinco entregas de The Purge (y una serie para Syfy que fue cancelada al finalizar su segunda temporada), es imposible que la saga pille desprevenido a nadie. El concepto es de sobra conocido: el gobierno de Estados Unidos decide instaurar una noche en la que todos los crímenes, incluido el asesinato, son legales. La idea original era que los ciudadanos pudiesen purgarse a tiro limpio de toda su rabia para luego ser personas más o menos funcionales el resto del año, pero resulta que, contra todo pronóstico, la gente a la que le entusiasma lo de matar está bastante mal de la cabeza. Si esto pasa en Finlandia, lo mismo no hay ni peli, pero como pasa en un país en el que las pistolas te las regalan hasta comprando chicles, en 2048 una multitud de nostálgicos toma las calles con el fin de que la purga dure para siempre. Y de ahí viene lo de “infinita”, no de que Blumhouse pretenda seguir sacando secuelas. Aunque yo creo que eso es una doble lectura del título que causó furor en el estudio como broma interna, porque ya hay confirmada una sexta película.
En fin. El tema es que hay que reconocer que la premisa de la saga es muy buena, y James DeMonaco ha sabido reinventarse en todas sus entregas: comenzó con un home invasion sin muchas pretensiones, pero con los años no ha tenido miedo de presentar personajes y situaciones totalmente nuevas para explorar los límites de una fórmula que, por naturaleza, amenazaba con ser repetitiva. Se agradece que el conflicto haya ido escalando en importancia y espectacularidad, igual que se aprecia el esfuerzo por, en un producto que es pura evasión, introducir una discusión sobre los problemas sociales que atraviesa Estados Unidos. Con precedentes como el del frustrado asalto al Congreso ocurrido en enero, igual resulta que DeMonaco a lo que juega es a predecir el futuro.
Buenas ideas, por tanto, pero los mismos problemas de siempre: La purga infinita, como todas sus predecesoras, fracasa miserablemente a la hora de hacer algo medio interesante con un debate infantilizado hasta el hastío. DeMonaco sabe dónde están los problemas que quiere abordar, pero todo lo que consigue es repetir con un didacticismo casi insultante cosas tan obvias como que los mexicanos también son seres humanos. No hay un desarrollo coherente de los personajes más allá de que el tipo que empieza siendo muy racista (pero no tanto como para ir por ahí matando inmigrantes) aprende que hay que ser agradecido con la gente que te salva la vida veinte veces, aunque te hablen en español. Y los malos son muy malos y se ríen todo el rato como si se hubiesen comido un payaso para desayunar, porque claro, a ver si no cómo te enteras de que son malos (pista: son los que van pegando tiros, no hace falta ser el Joker de Jared Leto versión paleto sureño para estar loco). En fin, que me parece perfecto criticar el racismo estructural estadounidense y cuestionar las dinámicas de poder que oprimen a las clases bajas, pero hay capítulos de Pocoyó con moralejas más sutiles que esto.
Queda por valorar su efectividad como thriller, y ahí, por desgracia, tampoco hay mucho que rascar. Efectos especiales solventes (pero no impresionantes), situaciones forzadas y un único susto (un personaje desaparece y reaparece con el volumen al 11) cortado y pegado cuarenta veces a lo largo del metraje. Tan solo algunas escenas resultonas y el dinamismo de las escenas de acción consiguen que el ritmo no decaiga y que La purga infinita pueda ser un aperitivo veraniego digerible para los muy fans.