‘Planta Permanente’ es la nueva película del director argentino, un largometraje que analiza la explotación laboral entre trabajadores y empresarios. Hablamos con el cineasta sobre su nueva película.
“Los poderosos son las naciones que alguna vez salieron a conquistar. El poder, en el mundo, está en unos cuantos lugares que definen las políticas económicas a aplicarse en el resto de los países. Y claramente no se está trabajando para que las brechas se acerquen”; señala el director en la entrevista.
Mi enhorabuena Ezequiel por su película, un mordaz retrato sobre el capitalismo, la explotación laboral actual y los mordiscos a los sueños de los trabajadores a costa del negocio ¿cree que hemos evolucionado a mejor o a peor como personas si tenemos en cuenta lo que ofrece la película y la situación que vemos a diario en la sociedad?
-Me gusta el análisis que haces y creo que es muy acertado. Siento también que en sus preguntas hay duras respuestas. Cuando presentamos el proyecto en el Foro de Coproducción Europa-America Latina de San Sebastián 2017, arrancábamos la presentación con una frase que la pensé como si fuera una especie de cinta de Moebuis:
“Los que limpian quieren trabajar en oficinas, los oficinistas sueñan con conseguir una jefatura, los directores hacen sentir su autoridad a los jefes con mano dura, los jefes se desquitan con los oficinistas, y los que trabajan en oficinas tratan con desprecio a los que limpian”.
Y digo “una especie de cinta de Moebuis” porque creo que esa aparente repetición que desafía el sentido común y nuestros prejuicios de lo que debería ser intuitivo, lo cierto es que resulta casi imposible encontrar una solución a este problema.
Para mí, es un grave problema la evolución de nuestra sociedad, y sinceramente no creo que estamos yendo hacia una mejora. Sólo basta con ver el trato que Europa ejerce sobre los inmigrantes, el intervencionismo de EEUU sobre América Latina, y dentro de Argentina, la idea de Federalismo, tan mal llevado adelante (aunque se intenta hacer parecer que no) por los gobiernos federales.
Si uno hace el ejercicio de hacer foco en la situación poder que ejerce alguien sobre otro, se encontrará con esto en muchos más ámbitos de la vida de lo que nos imaginamos. ¡Los desafíos a hacer la prueba!
¿Por qué decides abordar una situación social y laboral desde el prisma de sus dos protagonistas? Están sensacionales, por cierto.
-Porque me parecen mucho más complejo el universo femenino que el masculino. Básicamente porque las mujeres, a lo largo de la historia de la humanidad, la tuvieron y la tiene mucho más difícil. Hay conflicto en cada cosa que se propone hacer. Una mujer de 14 años que quiere salir a la calle, de noche y sola, ya está exponiéndose a peligros escalofriantes. Una hija mujer (mi madre, como ejemplo más próximo) era tratada como puta por sus padres si tenía novios o historias durante su adolescencia, pero los hijos varones deben tener sexo con mujeres lo antes posible para reafirmar su virilidad.
Creo que es mucho más interesante escribir personajes que la tiene muy difícil y que para solucionar sus problemas no tienen la posibilidad de utilizar la fuerza o el poder que a veces parece que el género te otorga.
¿Crees que se ha agrandado la fisura que existe entre las clases medias, bajas y altas?
-Sin duda que sí. Y no veo ninguna intención por parte de los poderosos de hacer que esto cambie. Y aquí si voy a ser claro y unidireccional: los poderosos son las naciones que alguna vez salieron a conquistar. El poder, en el mundo, está en unos cuantos lugares que definen las políticas económicas a aplicarse en el resto de los países. Y claramente no se está trabajando para que las brechas se acerquen.
La existencia del FMI es el claro ejemplo. Los golpes de estado blandos que se están llevando adelante en Latino América abalados por EEUU y sus socios comerciales. La no intervención de los países que se dicen progresistas. Hoy, en Argentina y durante la pandemia, la oligarquía cuadriplicó sus ingresos por venta de carne, soja y alimentos en los supermercados, a costa del sufrimiento de la gran mayoría de la sociedad. Y esta gente, los oligarcas, son intocables. ¿Porqué? Porque están asociados con las potencias mundiales. Ni más, ni menos.
¿Vivimos la sociedad en una constante Planta Permanente? Es decir, nuestros conflictos y sueños sin conseguir, ¿los hemos adoptado como algo convencional?
-Cada clase social tiene conflictos y sueños muy diferentes. Creo que las clases bajas y medias sueñan con escalar, con abandonar el lugar que ocupan porque entendemos y sabemos que se puede estar mejor. En algunos casos, cuando ese ascenso se concreta, el espíritu maligno del desclasado se apodera de algunas personas y en ese momento se produce, a mi entender, la peor de las tragedias.
En cambio, las clases altas no contemplan al otro en sus sueños. En mi país, la clase alta, siempre relacionada al campo y la agro exportación, llegó a tirar miles de litros de leche en la ruta como medida de fuerza ante una retención que se intentó aplicar a la exportación de soja en el 2008. Tirar alimento en un país con unos índices de pobreza extrema abísmales. Jamás voy a creer que gente como esa sería capaz de hacer algo por los demás. El concepto La patria es el otro, para la oligarquía Argentina no existe. Para ellos el concepto es El campo somos todos. Pero el dinero se lo quedan ellos.
Para mí es un tema muy complejo, porque al mismo tiempo hay mucha gente de clase media y hasta de clase baja que defiende los intereses de esa gente horrible.
¿Tienes la sensación a veces cuando enciendes la televisión, lees la prensa o te cuentan cosas más duras de las que acontecen en la película que la sociedad lo pone demasiado fácil a los creadores de historias? El maestro José Luis Cuerda, ya fallecido, me dijo hace años que vivimos en una sociedad infecta.
-Creo que los creadores de historias tenemos la obligación de profundizar y trabajar con complejidad todos los temas que la prensa hegemónica te presenta simplificando todo. Esa simplificación es el veneno que infecta a la sociedad. Es la droga, el paco, el crack.
Creo también que hay que ser claros a la hora de señalar al enemigo. En Planta Permanente el enemigo está encarnado en la funcionaria que llega a despedir gente. Está claro. Pero ella es la representación de una clase alta que cuando ocupa esos espacios de poder hace eso. Ella es la derecha. En el mundo, la derecha siempre fue un problema. Y las derechas siempre tuvieron a las mismas personas atrás: los oligarcas.
Me ha gustado la mezcla dramática con pinceladas de humor ¿es el humor una vía de escape para Ezequiel y plantarles cara a los problemas?
-En general no planeo que haya humor en mis películas. Pero siempre aparece. Tal vez tiene que ver con que tengo un sentido del humor bastante negro en mi vida personal, entonces eso se va plasmando sin que me lo proponga. Creo que los espectadores se ríen en determinadas situaciones porque les incomoda o porque se encuentran allí. Y me parece que, en vez de escapar, ahí entran, porque se relajan y se sienten cerca de los personajes. Entonces después, la tragedia golpea peor. Escribiendo esta respuesta me doy cuenta que utilizo el humor como carnada en vez de como válvula de escape. ¡Gracias por la pregunta!
¿Cómo concibe Ezequiel Radusky el arte de hacer cine?
-Hacer cine, para mí, es una canal de comunicación con las personas. Me gusta contar historias que me permitan dialogar con la gente, historias de gente común y corriente, a la que le pasan muchas cosas, como en la vida misma.
Me gusta pensar mucho antes de pasar al guion, y luego me gusta escribir mucho tiempo hasta encontrar el libreto más perfecto para después romperlo un poco en el rodaje. Amo el cine que se centra en los actores y no en los golpes de efecto mediante la puesta de cámara. Vengo del teatro, por lo que la paso muy bien con los actores. Durante todo el proceso de escritura, en lo único que pienso es en el momento en el que voy a poder ensayar y trabajar con ellos.
Las dos actrices están sensacionales, uno siente a medida que ve la película como se contagia de la empatía con ellas. He tenido la sensación de que nosotros los espectadores somos como esas personas que tienen valores y quieren ayudar ¿qué sensaciones les has querido hacer siempre en el rodaje?
-En realidad, a los personajes los fuimos armando juntos mientras escribo. Después terminamos de pulir en las improvisaciones que hacemos para ensayar y en el rodaje llegamos conociendo tanto a esos personajes que no tengo que decirles demasiadas cosas. Hay mucho de ellas en los personajes, o de sus madres, de la mía, o de mí. Me gusta pensar que cualquier interpretar cualquier personaje que escribo. Y de nuevo, como vengo del teatro y sobre todo, como soy actor, prefiero los modos de trabajo colectivo. Me gusta desdibujar lo más posible la figura del director magnánimo que todo lo sabe y que todo lo dice. Propongo que haya mucho aporte, tanto de los actores como de los técnicos. No importa el rango. Si están en mi equipo, quiero saber que piensan de lo que estamos haciendo, de la escena, del ensayo. A veces la opinión menos esperada es la que más te acerca al público.
Creo que el personaje de Liliana es uno de los más bellos y tristes que he visto en una película ¿Pensaste en Liliana Juárez desde el principio?
-Si, la película fue escrita para ella. Y para Rosario Bléfari (Marcela) también, pero a partir de la segunda versión del guion. Con Liliana Juárez trabajé en mi película anterior, pero además trabajamos en teatro mucho tiempo. Hicimos juntos el paso del teatro al cine, y eso es un valor único. Nos conocemos y disfrutamos mucho trabajar juntos.
Para finalizar ¿qué proyectos tiene de cara al futuro?
-Estoy trabajando en una película inspirada en la historia de mi madre y de mi familia materna. En principio será una sola, pero cada tanto vuelvo a la idea original de hacer una trilogía que abarque desde su juventud hasta su muerte en el año 2008. Es un proyecto complejo, difícil por la extensión que podría llegar a tener, pero me gusta ponerme desafíos que me corran del lugar de confort.