4 Butacas de 5
En mitad de un mundo en el que cada día nos devoramos como tiburones, asistimos al linchamiento entre los seres humanos, o vemos por televisión los terribles bombardeos de Israel hacia Palestina, nuestra conciencia no cesa de lamentarse por nuestro comportamiento como especie.
Dicen que el amor lo cura todo, pero viendo la desesperanza diaria en diferentes ejemplos, a veces estar solo puede servirnos como remedio hasta situar nuestra mirada en quien nos necesite realmente. Es obvio que nuestras vidas se pueden convertir en un verdadero infierno y que, dentro de esas terribles llamas ardientes de la indiferencia o las desgracias, podemos encontrar un motivo para ser felices. Gaza mon Amour es una película que aborda la soledad, la necesidad de amar y ser felices en un mundo opresor que vive en mitad del infierno de Gaza.
Dirigida por los hermanos Tarzan Nasser y Arab Nasser, asistimos a una historia de amor entre dos seres humanos destinados a curar sus heridas, a cuidarse, y ser felices en un mundo en el que la miseria se ha apoderado de sus habitantes. Issa (Salim Daw) es un pescador de 60 años que está enamorado de Siham (Hiam Abass), una mujer de edad similar y que trabaja como modista en el mercado local. La soledad de Issa mientras pesca, es sorprendida al pescar una noche entre sus redes la antigua estatua griega del Dios Apolo, un obsequio que decide llevarse a casa sin levantar sospechas.
Estamos ante una película en la que sus personajes son la verdadera esencia de un film sencillo, una tragicomedia que pinta una sonrisa en mitad del infierno de Gaza con unos deliciosos protagonistas. Las reflexiones políticas, pacíficas y la instauración del miedo, son pintadas a través de la dulzura y la comedia de un film honesto, hermoso y que refleja muy bien la conducta de nuestras vidas al sentirnos solos y con la necesidad de declarar nuestro amor. El contexto refleja también la tensión que se vive en Palestina, con el sonido de las bombas, la persecución policial pero todo parte de una caricatura crítica en la que el sueño de la felicidad es más poderoso que el dolor.
Salim Daw y Hiam Abbass brillan de manera solemne en un largometraje en el que no necesitan tener grandes diálogos. Las situaciones que se dan, el fino humor que usa la película, llenan de humanidad, empatía y dulzura una película que encandilará a quienes deseen saborear un film bello.
Todos los elementos usados por los directores para darle sentido a la historia camuflan la tristeza de una sociedad que vive en medio del horror, con una gran carecía de poder económico y social.