5 Butacas de 5
No cabe duda, tras volver a ver esta película, se trata de una de las más importantes de la Historia del Cine, y más aún del género bélico o antibélico.
“Masacre: Ven y Mira” (en español), Idí i Smotri (en bielorruso) se estrenó hace 36 años para conmemorar el 40 aniversario de la victoria del ejército soviético sobre la Alemania nazi. Esta fue producida por Mosfilm y Belarusfilm. La primera de ellas decidió restaurarla con objeto de reestrenarla en cines en el día de Europa, para así hacer vivo el recuerdo de las víctimas de esta guerra, y el resultado es sencillamente inmejorable.
La película fue dirigida magníficamente por Elem Klímov,
y su cruda historia presentada por Alés Adamóvich. Juntos, se encargaron
de hacer visible la masacre producida por el ejército nazi en Bielorrusia partiendo
del recuerdo de uno de los campesinos sobre las palabras de un oficial alemán
antes de quemar un granero en el que habían metido a toda una aldea: “Quien
no tenga hijos, puede salir”. La historia y su película llegaba a
unos puntos tan extremos que tuvo problemas en su producción durante varios
años. Incluso, el mismo Elem Klímov se llegó a cuestionar si era demasiado
ardua para el espectador. Alés, quien lo ayudaba en el guion le respondió: “Que
no la vean. Esto es algo que debemos dejar como legado, como evidencia de la
Guerra y un alegato en favor de la paz”. Con suerte, el producto que hoy
vemos es considerablemente fiel y lo único que cambia con respecto a su idea inicial
es su título:
“Matar a Hitler”.
La fotografía, por Alekséi Rodiónov, hace de este filme una completa obra de arte, con una riqueza visual y una calidad de pensamiento tras la cámara que pocas veces se ve en tan altas producciones. Ven y Mira es pura poesía visual, si la poesía tuviera la capacidad de convertirse en una incesante pesadilla que perturba todos los sentidos, progresivamente y durante cada segundo del metraje.
Aunque en la mayor parte de la película reina el silencio. Oleg Yánchenko tiene en sus manos la banda sonora, y así como puede introducir piezas de Wagner o Mozart, puede hacer temblar al oyente con sus terribles pitidos o “muros de sonido”, construidos con miles de voces, llantos y poderosos instrumentos que crean una ansiedad constante. Ello favorece de manera formidable el horror y la desesperación, y, además, el que parece ser uno de los objetivos de la película: nosotros somos el protagonista.
Ese protagonista tiene 13 años, se llama Flyora Gaishun y es interpretado por Alekséi Krávchenko. Fue escogido por el director por su necesidad de “un actor novel”, que consiguiera reflejar de la forma más pura posible su crecimiento progresivo y las peores experiencias que puede llegar a vivir un ser humano. Es inimaginable a nuestros ojos lo que él y Olga Mirónova (Glasha) debieron sufrir a la hora del rodaje. Sin ir más lejos, cuentan que el armamento fue cargado con munición real (cuando lo normal es que sea de fogueo), para llevar al máximo la veracidad de la guerra.
Una vez más, por ende, vuelve el inmortal cine soviético (también de la mano de Filmin) este 7 de mayo a recordarnos su capacidad y su voluntad por crear verdaderas obras maestras.
Lo que no da lugar a dudas, es que se trata de una película esencial, una que debes ver al menos una vez antes de morir.