3 Butacas de 5
Tras el resurgir de Godzilla y King Kong de la mano de Gareth Edwards y Jordan Vogt-Roberts respectivamente, el conocido MonsterVerse de Warner y Legendary viene a culminar con Godzilla vs Kong, el kaiju eiga de Adam Wingard (The guest) en el que el conflicto principal se cimenta en base al tópico de que el mundo es demasiado pequeño para que quepan los dos, dejando de lado la existencia de buenos o malos. Así, sin mucho más que añadir, el espectáculo está servido.
Una vez puesta la excusa argumental para el choque entre los dos titanes, la cinta se dedica, durante buena parte del metraje, a deambular entre humanos pertenecientes a los dos bandos rivales. Y es ahí donde fracasa estrepitosamente: a una película hecha bajo el pretexto de ofrecer escenas de acción desmesuradas que buscan la exaltación del público se le debe pedir, casi de manera exclusiva, entretenimiento. Lamentablemente, Godzilla vs Kong ofrece lo justo, ya que no es hasta su tercio final cuando los verdaderos protagonistas son tratados como tales, en lugar de secundarios al servicio de la historia de los humanos.
Aunque la película no aspirase a un guion sofisticado, se ve lastrada por no saber muy bien qué hacer con tanto tiempo de metraje, dedicando dos terceras partes del filme al innecesario desarrollo de uno de los monstruos y a una subtrama de espionaje que, además de aportar poco, parece una película aislada que nunca termina de converger con la verdadera historia -o excusa- de la película.
Subtramas irrelevantes aparte, el film gana enteros a la hora de establecer un símil con Viaje al centro de la tierra -en este caso denominada tierra hueca– en el que recupera, tanto en lo formal como en lo narrativo, el estilo visual y tono irreverente de Kong: La isla calavera, dando lugar a la recreación de un mundo en el que, al igual que en la novela de Verne, las criaturas que lo pueblan y sus enfrentamientos resultan llamativos y, por qué no decirlo, muy entretenidos.
A su favor sí se puede decir, indudablemente, que se trata un espectáculo de primer nivel digno de verse en la gran pantalla en el que las escenas de acción, además de estar bien rodadas, son imaginativas en términos de puesta en escena, pasando de la selva a la gran ciudad. Por tanto, este kaiju funciona gracias la espectacularidad de sus combates y el diseño de sus múltiples criaturas, pero todo lo que lo rodea no deja de parecer una mera excusa para llegar a las dos horas de metraje.