4´5 Butacas de 5
Las crisis laborales son un aspecto dramático que aporta siempre al ser humano una conmoción que choca de frente contra nosotros. Perder un trabajo, la caída de los precios, el cierre de fábricas…todo forma parte de una burbuja en la que siempre terminamos pagando los mismos: la clase trabajadora.
Nomadland es la nueva película de Chloé Zao, un reflejo de la crisis laboral, personal y de identidad, por la que atravesamos los seres humanos cayendo en la desesperanza, introduciéndonos en un círculo cerrado del que solamente salimos para tratar de subsistir en trabajos temporales y que no nos permiten ni siquiera tener un hogar con cuatro paredes.
Un largometraje que refleja no solamente la grave recesión económica en la que se vieron involucrados miles de personas, sino la crisis personal que se suma a una situación desesperada que hace a la protagonista lanzarse a la carretera con una furgoneta para tratar de salir hacia delante.
Frances McDormand está espléndida, y cuando la califico de esta manera es para señalar que la actriz eclipsa la pantalla con una interpretación en la que nos podemos ver reflejados en algunos momentos de nuestras vidas. Miradas, silencios, entonación, gestos…todo lo que realiza la interprete cobra sentido gracias también a una atmósfera que Chloé Zao refleja a través de una fotografía solemne, con la luz de un paisaje que nos sacude la mente y también nos sumerge en la oscuridad del abismo.
Nomadland no es simplemente una road movie, es un viaje por el Oeste americano, en el que el espectador convivirá con sus protagonistas como nómadas, conociendo el esfuerzo, la lucha, los sueños y esperanzas de una clase obrera que sigue luchando día a día por sobrevivir a costa de la explotación de un sistema que sigue mostrando sus carencias.
A lo largo de la película y del hermetismo sentimental en el que está sumergida la protagonista, conoceremos las vidas de otros personajes como el que encarna David Strathairn o Linda May, secundarios que aportan también más carga emocional a una película que jamás pierde el norte para lo que nos quiere relatar.
Un largometraje formal, sin necesidad de caer en clichés ni tampoco en lo estrambótico, pintando un paisaje puro como el de la naturaleza y solemne como la soledad de la protagonista.
El peso de la pérdida sentimental es otro de los aspectos con los que esta historia nos permite encajar. Y es que, a pesar de vivir en casi marginalidad, la soledad se ve curada en ciertos momentos con el cariño de otros con los que se cruza en el camino.
Chloé Zhao, como ya hiciera con The Rider, aborda una historia de realismo social, mucho mejor elaborada, más visceral si cabe, y con el testimonio de sus protagonistas para retratar un paisaje social duro además de un guantazo al sistema que ve como la carretera se convierte en el hogar de la esperanza y desilusión del ser humano.