Se puede decir que Filippo Meneghetti ha empezado con buen pie en el mundo del cine: con Entre Nosotras, su ópera prima, ha conseguido nada menos que cuatro nominaciones a los César, una a los Globos de oro (mejor película de habla no inglesa) y la preselección para los Óscar como representante francés. Esta espectacular acogida de la crítica es justa recompensa para una película valiente y atípica que, apoyándose en las maravillosas actuaciones de Barbara Sukowa y Martine Chevallier, nos deja una de las historias de amor del año.
Sus protagonistas, Nina y Madeleine, son dos vecinas jubiladas que llevan décadas enamoradas, pero deben mantener en secreto su relación por miedo a la reacción de los hijos de Madeleine. Con el recuerdo de su difunto marido siempre presente, la anciana teme que confesarles la verdad implique obligarles a reexaminar todo lo que creían saber sobre el matrimonio de sus padres (que, para ellos, fue idílico hasta el final). Ni siquiera el deseo de dejarlo todo y pasar el resto de sus días en Roma junto a Nina es capaz de hacer que Madeleine se sobreponga al temor de enfrentarse a su familia, algo que provoca una agria pelea entre las dos mujeres. Sin embargo, cuando esta queda impedida tras sufrir un derrame cerebral, Nina se encuentra en la difícil situación de tener que lidiar con los hijos del amor de su vida para poder estar a su lado pese a que para estos no es más que una entrometida desconocida… o algo peor.
El riesgo de que Entre nosotras se hubiese desarrollado como un lacrimógeno drama romántico al uso es evidente, pero Meneghetti demuestra ser mucho más hábil que eso. A través de los ojos de Nina, el espectador se adentra en un torbellino de emociones que no pasa por alto los padecimientos del resto de personajes de la cinta, lo que por momentos permite arrojar ciertas sombras sobre la tenaz demostración de amor de la anciana. Es, contra todo pronóstico, una película cargada de tensión que no tiene miedo alguno de coquetear con el thriller, pero también un relato íntimo y cargado de simbolismo.
Así, sus innegables méritos técnicos (tanto la fotografía como el sonido de Entre Nosotras son espléndidos) no hacen sino elevar una historia que, al margen de su osada temática, convence por un planteamiento y ejecución brillantes. Hay que celebrar en cualquier caso que los focos de la actualidad cinematográfica estén puestos sobre una película protagonizada por dos lesbianas de más de sesenta años, colectivo prácticamente invisible en la gran pantalla y que encuentra aquí un referente inmediato.