4 Butacas de 5
Que la India es uno de los países más poblados del planeta es algo que conocemos. Qué también es uno de los más pobres desgraciadamente a costa de la globalización, también lo sabemos. Un país en el que hay esperanzas, sueños e ilusiones de muchas personas, y que por diferentes circunstancias se ve abocado también a la desesperanza.
Tigre Blanco no es una película más que hable de las pocas esperanzas del ser humano en un mundo que le da la espalda. Es una historia en la que convergen drama, humor negro e incluso el thriller. Una película hecha desde el corazón de la India en la que, a pesar de tratar de mostrarnos su encanto, acaba siendo una historia llena de crueldad a costa de la maldad y tiranía sobre los más desfavorecidos.
Balram Halwai (Adarsh Gourav) nos narra la odisea de su vida en la que nació para servir. Pasar de pobre campesino a emprendedor de éxito en un país en el que se conduce como locos, se respira pobreza en muchos rincones y la gente trata de salir hacia delante como puede. Una persona llena de ternura, astuto eso sí, y ambicioso, que decide comenzar a trabajar como chófer de Ashok (Rajkummar Rao) y Pinky (Priyanka Chopra Jonas), que acaban de regresar de Estados Unidos. Una pareja acomodada de la India pero que forman parte de la familia de uno de los tiranos ricachones de la ciudad.
Una película que es un viaje desde la inocencia de la niñez con paradas en la ambición, corrupción, injusticia y crueldad de un sistema que no es justo con los que menos tienen. El largometraje está ejecutado de manera brillante no solo en el ritmo, la música y sus interpretaciones. Suceden cosas en las que el espectador se traslada a través de capas éticas e inmorales a la vez, como podemos ver a diario en las noticias más injustas que podemos ver a través de la televisión. Un deseo de cambio en la que la única esperanza del protagonista es convertirse en un triunfador cueste lo que cueste.
El largometraje está basado en el bestseller de The New York Times, ganador del premio Man Booker en 2008. De una calidad trepidante, es cierto que su metraje al final se hace denso, pero se convierte en un film brillante que a muchos les recordará a un Slumdog Millonaire pero mucho más radical y sin el encanto de los cuentos de hadas agradables.
En conclusión, Tigre Blanco es una excelente película para disfrutar y reflexionar, dejarse llevar a través de las calles de Nueva Delhi, su oscuridad, aroma y por supuesto la necesidad de exigir un cambio de un sistema en el que hasta la política huele a cloaca.