3 Butacas de 5
El género romántico siempre se ha caracterizado por representar amores ideales, platónicos, fantasiosos y casi (destaco el casi). Normalmente estos romances nos lo encontramos en edades comprendidas en la juventud: adolescentes encontrando su primer amor, jóvenes que se encuentran a lo largo de los años, o adultos que se topan con su media naranja después de pasar por otras relaciones tormentosas. Sin embargo, ¿dónde están esas películas con romances situados en la vejez? Hay está la nueva película de Paul Morrison, 23 paseos.
23 paseos nos narra la historia de amor entre Dave y Fern, dos ancianos que han pasado por muchos contratiempos en sus vidas. Él era un hombre feliz hasta que su mujer comenzó a padecer una terrible enfermedad. Ella ha sufrido desamores y pérdidas a lo largo de su vida. Ambos se conocen mientras sacan a sus mascotas a pasear, y ahí comenzará una historia que durará veintitrés paseos, en los que la pareja tendrá altos y bajos, y descubrirán lo que es volver a amar a una edad tan avanzada.
El simple hecho de tratar algo tan poco común como es el amor en la madurez y la ancianidad ya es algo digno de elogio. Sin embargo, 23 paseos va un paso más allá y nos regala un romance natural, espontáneo, en el que puedes observar como, poco a poco, Dave y Fern se van uniendo y descubriéndose el uno al otro. A lo largo del guion vemos como la relación va creciendo, evolucionando y encontrando baches en el camino, como cualquier otro romance. Eso es algo precioso (y triste) de ver. Esto hace que el film termine resultando, ya no solo bonito o “cuqui”, si no también tierno y honesto, tanto con sus personajes como con el propio espectador de la película.
Creo que el formato en el que se cuenta la historia de estos dos personajes tiene sus pros y sus contras. Por un lado, esta estructura te permite observar más claramente su evolución a lo largo de esos interminables (y preciosos) paseos por ese parque al norte de Londres. Por otro lado, es cierto que según avanza la narración, ese formato va diluyéndose y perdiendo peso, convirtiéndose en una narración más habitual y poco original. Esta manera de contar la historia podría hacer también que el espectador no termine de entrar en ella, ya que resulta repetitiva y poco accesible para un público más casual y poco dado a este tipo de películas.
23 paseos también cuenta con una fusión bastante interesante entre el drama y la comedia. Paul Morrison sabe cómo dar una de cal y otra de arena al espectador a través de chistes y momentos dramáticos que hacen que la narración sea bastante llevadera y ligera. Aún así, el guion presenta aspectos básicos, que no terminan de evolucionar ni aportar demasiado a la historia de sus protagonistas. Incluso encontramos personajes secundarios que resultan molestos y no proporcionan nada al conflicto principal. No es una historia redonda, pero sí es verdad que esa parte más negativa termina empañada por la honestidad y amabilidad que desprende.
El apartado interpretativo es otro rollo. La química que desprenden Dave Johns y Alison Steadman no es la más arrolladora que puedes ver en pantalla, eso desde luego. Sin embargo, sus interpretaciones son tan naturales, sencillas, y extraordinarias que hacen que esa poca chispa que apreciamos no sea tan importante para nuestra experiencia. Ambos están encantadores, cada uno en su estilo y en su papel, pero los dos ganan el corazón del espectador a golpe de ternura y honestidad.
En conclusión, 23 paseos es una película bonita y entrañable para ver en momentos tan duros e impredecibles como estos. Su guion resulta poco original, al mismo tiempo que su formato puede no enganchar al público medio, pero la honestidad y el amor que derrocha esta historia es increíble. El amor en la ancianidad está muy bien tratado, de manera que resulte accesible, ligero e interesante al espectador. Johns y Steadman realizan unas interpretaciones cargadas de verdad y emoción, a pesar de su falta de química.