4 Butacas de 5
Amor y soledad. Alegría y tristeza. Vida y Muerte. Momentos del retrato humano por los que pasamos a lo largo de nuestro ciclo vital. Nacer, vivir y morir, tres acciones a las que estamos expuestas y que podemos pasar de una hacia otra en un simple segundo de nuestro reloj. Superar el duelo de una perdida es siempre lo más complicado, sobre todo si has sido parte de la creación de un latido y que tras tomar aire, se apaga al instante. Se descompone en pedazos y en emociones fragmentadas.
Fragmentos de una mujer es la nueva película de Netflix que llega a la plataforma el próximo 7 de enero. Dirigida por Kornél Mundruczó y protagonizada por una sublime Vannesa Kirby, el largometraje es un retrato íntimo del dolor y de la descomposición de la vida a través de las emociones, la tristeza y la superación.
Vannesa Kirby y Shia Labeouf se meten en la piel de una pareja que trata de superar el dolor de la muerte de su hija recién nacida. Y digo recién porque la pequeña dura pocos segundos con vida tras una supuesta negligencia médica. Ella y él se enfrentan a la ruptura de emociones que simboliza sin duda la catarsis de decir adiós a quien llega para aportar felicidad. Los treinta primeros minutos de la cinta son el galope de la tensión en el corazón.
Kirby está excepcional. Una interpretación que le puede valer un Oscar porque la nominación la tiene en el bolsillo. Ella sostiene toda la película, y no solo la sostiene es que hace todo en ella. Ríe, llora, explota, ama, siente y sueña a través de los silencios y las miradas. Interpretaciones hechas con el alma y quizás más cercanas a la teatralidad, pero bebiendo sorbos de una historia que se ha dado alguna vez. Ella es el mejor ingrediente de un pastel lleno de dolor, frustración y rabia que cuenta con una excelente secundaria como Ellen Burstyn, quien se mete en la piel de la madre de nuestra protagonista. Un rol lleno de autoritarismo natural, que siempre quiere aconsejar a su hija tratando de imponerse a las decisiones de alguien que desea volar libre. La escena que ambas se marcan en casa de Burstyn es de lo mejor que se puede ver este año. Una fotografía perfecta de pasado y presente donde se dicen todo en donde un pequeño alfiler puede rasgar la tensión.
El rol masculino del largometraje lo encarna Shia Labeouf, haciendo del futuro padre de la criatura y de un novio con diferentes aspiraciones a su pareja. Él es ese egoísmo que corroe al otro lado, que se refugia en otros placeres para evadirse del dolor para no recomponer los pedazos de una vida fragmentada por la pena. El está fantástico y aunque quizás durante el visionado del largometraje nos olvidemos de sus anteriores largos y raros comportamientos como civil, tiene que hacer frente a un pantanoso y peliagudo asunto en donde los tambores de las acusaciones de abusos están sobre la mesa.
Fragmentos de una mujer es un sólido drama, quizás irregular en muchos aspectos y escaso de ritmo en otros, pero que aguanta el tipo por sus exquisitas interpretaciones, siendo la mejor baza de una película hecha con el dolor de la creación de la vida y la trágica despedida de ella. Cerrar una herida es difícil pero con la redención con uno mismo y los demás quizás todo ayude.