2´5 Butacas de 5
Iré donde tú vayas es el título de la nueva película de Géraldine Nakache, pero una vez vista, funciona también como amenaza. Solo faltaba eso, vaya.
Con Leïla Bekhti como coprotagonista, Nakache se pone también delante de las cámaras para interpretar a Val, la mayor de dos hermanas que han perdido el contacto pese a vivir en la misma ciudad debido a que no se soportan. Para solucionar esta situación, su padre (interpretado por Patrick Timsit) convence a Mina para que acompañe a Val en su lugar a una importante audición en París en la que se busca a la nueva corista de Céline Dion. Aunque en principio Mina se niega, accede al enterarse de que el auténtico motivo de que él no pueda ir es que acaba de descubrir que tiene cáncer y debe comenzar su tratamiento de quimioterapia.
Fiel a esta premisa, la película fluctúa entre el drama y la comedia, aunque sin brillar en ninguno de los dos registros. Sin duda cuando mejor funciona es en los momentos en los que se deja llevar por la irreverencia, algo que sucede sobre todo cuando el padre está en escena (o fuera de ella, porque es aficionado a gastar bromas y marcharse antes de que estas sean descubiertas). Su inexplicable carisma es de lo poco que confiere humanidad a una historia en la que. las dos protagonistas desfilan haciendo gala de todos los tópicos imaginables y sin experimentar el menor atisbo de desarrollo.
La hermana mayor es emocional, soñadora y divertida. La menor es pragmática y distante. A priori, buena combinación para una road movie. Enseguida queda claro además que la que parece fría como un témpano no lo es tanto, porque trabaja como terapeuta y se preocupa por sus pacientes. Y que, más allá de que sus personalidades puedan chocar, las dos tienen algún tipo de conflicto sin resolver que es la auténtica causa de que se hayan alejado. Perfecto. El problema es que esto no conduce a ninguna parte, porque toda la estructura de acercamiento, confrontación y reconciliación carece de ritmo narrativo y de credibilidad.
Para colmo de males, tampoco es que los gags humorísticos funcionen a la perfección. Hay personajes secundarios que producen más vergüenza ajena que otra cosa, escenas tan estiradas que la sonrisa se acaba cayendo sola… y el final es satisfactorio, sí, pero no por los motivos correctos. A su favor, que la película no se hace pesada y que, con todos sus fallos, deja un buen sabor de boca, aunque esta amenaza con desaparecer enseguida si se la somete a un análisis medio serio. Así que, por favor, que se quede donde está. No pasa nada. Our heart will go on.