'De Gaulle': Un homenaje agridulce

'De Gaulle': Un homenaje agridulce

2´5 Butacas de 5

Que Charles de Gaulle es una de las figuras clave de la Francia del siglo XX es un hecho indiscutible. Precisamente por eso sorprende que en un país con una tradición cinematográfica tan enorme nunca se hubiese producido una película sobre la vida del gran líder de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial: una deuda incomprensible que, al fin, ha querido saldarse en el quincuagésimo aniversario de su muerte con este biopic dirigido por Gabriel Le Bomin.

Por desgracia, el deseo de homenajear a De Gaulle es tan evidente y exagerado que la cinta produce el efecto contrario. Un absoluto desdén. Y es que la determinación y fortaleza del general tanto en el ámbito político como en el privado (la tercera hija del matrimonio, Anne, nació con Síndrome de Down) resultan tan abrumadoramente imperturbables que la fuerza dramática que pudiera tener el personaje se pierde. La gravedad de los acontecimientos históricos (de sobra conocidos por cualquier espectador a quien pueda interesarle esta película) no bastan para sostener un guion acomodaticio e incapaz de suscitar otra emoción que no sea el fervor patrio.

Tampoco ayuda el hecho de que De Gaulle sea el único ser humano creíble de una película en la que Pétain o Churchill están caricaturizados hasta rozar la parodia, o en la que a su esposa Yvonne se le concede una pequeña subtrama en la que huye de los nazis con los niños para disimular que solo está en la película para mayor lucimiento del marido. La interpretación de Lambert Wilson, eso sí, está a la altura de lo que debería haber sido este proyecto, pero todo juega en su contra. Tan grande es el empeño por envolver a De Gaulle de un misticismo heroico casi divino que el célebre discurso del 18 de junio (notablemente recitado por el actor) queda sepultado bajo una fanfarria de música triunfal.

Por lo demás, Le Bomin es tan academicista y contemplativo que tampoco los aspectos técnicos de la película consiguen despertar elogio alguno, más allá de la acertada ambientación de época. Es, en definitiva, una propuesta plana que solo contentará a auténticos amantes del cine histórico, aunque sea para poder trazar comparaciones. O quizá a los descendientes directos de De Gaulle, y a más de un francés que esté muy orgulloso de serlo.