4 Butacas de 5
De la juventud a la madurez hay pasos que se deben dar para progresar. A veces para toparnos con un muro que nos deja rotos por dentro, y otras para comprender que la vida no es un lugar de vino y rosas. El retrato de la juventud ha variado a lo largo del tiempo entre luces y sombras, un espacio en el que la ausencia o notoriedad de valores se ve conjugada con aspectos que acontecen en la vida. La paternidad y maternidad son momentos que se afrontan y que nos brinda una luz a pesar de no tener la suficiente capacidad para afrontarlas.
Carlo Sironi retrata en Sole el drama de la paternidad, la maternidad subrogada y el descubrimiento de un amor intenso que se establece entre la afección maternal y la necesidad de madurar para ello. Una historia íntima, llena de silencios y con personajes encerrados en ellos mismos debido a los dolores que produce la vida.
El largometraje es el debut de Sironi, demostrando un manejo elegante de los planos, con un aspecto minimalista pero lleno de emociones que atrapan desde el primer momento. La soledad, la gestación subrogada, la necesidad de sentirnos queridos son algunos de los temas que ofrece una película dura pero llena de esperanzas.
Sole fue Premio Fipresci a la Mejor Película en la sección Rellumes del Festival de Gijón, además del premio a Claudio Segaluscio a intérprete revelación en la sección Orizzonti del Festival de Venecia. Sin duda son las dos interpretaciones principales de la película las que sostienen todo el peso del film, no solo en Segaluscio sino en la joven Sandra Drzymalska, retratando a una joven embarazada que llega procedente de Polonia para vender al bebé a una familia que ha pagado por la gestación.
Una historia que no deja indiferente a nadie, que te atrapa y te hace descubrir la ausencia de amor por la que pasamos por muchos momentos de nuestras vidas, sentirnos vacíos o incompletos a pesar de llevar una vida interior que nos puede hacer ver la vida de otra manera.