3´5 Butacas de 5
“No puedes fiarte del tiempo ni de las personas”. Esta frase, presente en las primeras líneas de diálogo que escuchamos en boca del protagonista de la película que nos ocupa, encarnado por un brillante Timothy Spall (lo que no es ninguna novedad), sirve de prefacio y premonición de lo que Isabel Coixet nos cuenta en su nuevo trabajo: Nieva en Benidorm. También sirve como síntesis de uno de los múltiples mensajes que la directora de Mi vida sin mí siembra en este terreno que nos presenta, un terreno en absoluto nuevo pero que sí resultará provechoso para quien desee obtener frutos maduros de esta nueva cosecha de la cineasta catalana.
Ante todo, Nieva en Benidorm es un cuadro de mixturas, de lo foráneo y lo autóctono, de lo propio y lo ajeno. ¿Y qué mejor para combinar lo de allí y lo de aquí que una ciudad como Benidorm? Eso pensaría Isabel Coixet cuando decidió mezclar en la misma coctelera actores como Timothy Spall, Carmen Machi, Sarita Choudhury, Ana Torrent o Pedro Casablanc en un buen ejemplo de lo que ahora llamamos dramedia, un film que combina a la perfección la comedia y el drama y donde Coixet nos ofrece un relato tan enigmático como el Benidorm que nos presenta. Ambos géneros que aquí discurren se ensamblan a la perfección en una película que, desde sus primeros compases, utiliza un misterio que sirve para que sus personajes evolucionen, se relacionen entre ellos y encuentren su lugar en el mundo.
Y es que de eso trata precisamente la cinta que nos atañe, de encontrar nuestro lugar en el mundo. Y así nos lo hace saber el personaje de Spall a lo largo del metraje. El actor británico, quien recogiera el premio a mejor intérprete masculino en la 67 edición del Festival de Cannes por Mr.Turner (Mike Leigh, 2014), nos regala uno de sus mejores trabajos. Esa ingenuidad, esa bondad que irradia el aficionado a la meteorología que interpreta le sienta como un guante. Y es que, como es costumbre en el artista nacido en Battersea, persona y personaje se confunden en un solo individuo, un individuo que en la búsqueda de su hermano desaparecido se encontrará a sí mismo en el Benidorm turístico y extraño (y a la vez tan familiar) que retrata Coixet con su cámara y su director de fotografía (Jean-Claude Larrieu), un Benidorm donde no faltará su clásico Elvis trasnochado que supura vergüenza ajena por cada uno de sus poros pero que nos dibuja una sonrisa en el rostro, sus locas despedidas de soltero que perseguirán al protagonista de esta historia durante todo el film o sus taxistas estafadores que le sacarán a los turistas hasta los higadillos. Así es cómo Coixet integra el humor en su nueva obra: retratando el lado absurdo de la cotidianeidad de la ciudad que plasma en sus imágenes; de la ciudad y de algunos de los personajes que se introducen en esta trama de búsqueda vital con el objetivo de impregnar liviandad y caricaturizar el sitio que la creadora de La vida secreta de las palabras ha escogido como plató de su última expedición cinematográfica. Como claro ejemplo de ello tenemos a una acertada Carmen Machi y el inglés de andar por casa que pronuncia en las escasas pero chispeantes escenas donde aparece.
Del otro lado, de la faz más inquietante y sórdida de Nieva en Benidorm, pertenecen los personajes de Ana Torrent, quien nos regala uno de sus papeles más perturbadores de su carrera (que es decir mucho), y Sarita Choudhury, quien personifica el rumbo vital que pierde Peter Riordan (Spall) en su ciudad de origen. El personaje de Sarita, contrapunto y a la vez complemento de Peter, hace más grande e interesante una historia plagada de diálogos inteligentes y frases poéticas brillantes que encajan a la perfección en la aventura alicantina del personaje principal.
Por su parte, el apartado técnico está a la altura del efectivo guion de Isabel Coixet, quien filma preciosas panorámicas de la ciudad en sus diferentes estadios climáticos cuando toca. Cuando no, opta por una suciedad (sin perder la elegancia) que casa certeramente con el ambiente caótico y turbio de la noche en Benidorm. Asimismo, la meticulosa producción a cargo de los hermanos Almodóvar (que hace unos días estrenaron el potente cortometraje La voz humana), la atractiva fotografía de Larrieu (director de fotografía habitual de la cineasta barcelonesa) y la música orgánica y armónica (y armoniosa) de Alfonso de Villalonga ensalzan y dan empaque a un conjunto que en su irregularidad encuentra su personalidad, en su mestizaje abraza el equilibrio. Tal vez no sea la mejor película de Isabel Coixet, pero sí una de las más estimulantes de cuantas ha hecho en los últimos años.