3´5 Butacas de 5
A continuación voy a hacerte unas cuantas preguntas que, por favor, me gustaría que respondieses para ti mismo: ¿Quién eres realmente? ¿Es este el camino que quieres seguir? Y si es así, ¿es el impuesto? ¿El que todo el mundo cree que es el mejor para ti? ¿Y qué ocurriría si te sintieses perdido? ¿Si no encajase contigo, con lo que quieres?…
Todos y cada uno de nosotros nos hemos hecho este tipo de preguntas alguna vez en la vida y quien diga que no, miente. Solemos preguntarnos muy a menudo estas cuestiones, y puede ser, que en la mayoría de los casos ni siquiera sepamos darnos respuesta alguna. Justamente, esto fue lo que me pasó a mí tras ver la maravillosa película de Romina Paula, directora y a la vez actriz protagonista del filme. Una película de esas que te hacen pensar, replantearte las ideas más asentadas que has ido construyendo a lo largo de tu vida, aquello que consideras que tiene que ser “lo normal” y “adecuado”.
Romina, agobiada y algo perdida, vuelve a casa de su madre, Mónica, junto con su hijo Ramón para tomarse un tiempo sobre la situación que está viviendo con su pareja. Todo este tiempo le sirve para encontrarse, para darse cuenta de quién quiere ser realmente y seguir sus propios pasos, andar su propio camino y alejarse de esos estereotipos tan marcados por la sociedad.
El desarrollo de Romina a lo largo de la película hace ver, de una forma clara y precisa, como aquello que se supone que es lo correcto para nosotros quizá no lo sea tanto, simplemente por el hecho de que no es lo que queremos. Lo bueno que tiene este filme es que, aparte de esta “trama-aprendizaje” tan necesaria para todo público, consigue que nos metamos en la historia, que seamos Romina por una hora y veinticuatro minutos y que acabemos entendiendo el verdadero significado que esta película nos quiere transmitir: crea tu propio camino, descubre tu verdadero yo sin aceptar qué sería lo indicado para ti según la sociedad. Y todo ello lo hace a través de la relación con su hijo y su historia familiar. Romina acaba encontrándose a sí misma antes de convertirse en madre.
Cabe destacar también la forma en la que la propia directora nos lo hace ver, que no es para nada común. La trama no aparece plasmada y descrita como tal, sino que a través de una peculiar elaboración de las escenas en donde se combinan expresión y contenido, conseguimos entender qué es lo que Romina nos quiere decir.
Salí de la sala con muy buen sabor de boca. Sabía que había aprendido una lección más, que De nuevo otra vez me había enseñado algo que la mayoría de las personas (me incluyo a veces) solemos ignorar, echando la cabeza hacia un lado. Y es que, realmente, ¿qué mejor función tiene el cine si no es la enseñanza?