4 Butacas de 5
La muerte es uno de los grandes temas de la humanidad. En la nueva película de Pedro Costa (Caballo dinero, Juventude em Marcha) podríamos decir que la muerte, en sí misma, es un personaje más; es por ella que conocemos la historia de Vitalina Varela (Caballo dinero) y es por ella por lo que se queda ahí.
Hablamos de una película donde no solo ha muerto una persona, sino el amor, las ganas y la ilusión. Vitalina Varela es una mujer que ya no espera nada de la vida, se ha apartado de lo que tenía por ir tras el fantasma de una antigua ilusión.
Mundo de callejones oscuros iluminados por la débil pero insistente luz del alumbrado eléctrico espera a la mujer que nos descubrirá poco a poco su vida. Donde se llega a crear una sensación de realidad tan profunda que roza la fantasía. Un ambiente entre la vigía que se adormece y la entrada a un mundo del que parece no haber salida.
Con una imagen muy característica que recuerda a la fotografía documental, entrevemos un trabajo de composición que nos narra, casi en susurros, una vida pasada donde la luz no era engullida por la oscuridad de la incertidumbre y el pesar. Juegos de luces y sombras que nos hacen dudar del paso del tiempo en ese pequeño rincón del mundo, donde la vida de inmigrantes, curas y viudas caen en una desconfianza que les alcanza a sí mismos.
Rencores y reproches comienza a compartir Vitalina con el fantasma de su esposo una vez llega a su casa, una casa que la encierra como si de una cárcel se tratara, irrumpiendo en su cabeza como para asegurarse de que esa mujer que ha dejado toda su vida atrás no va a escapar de sus puertas bajas y sus ventanas minúsculas.
En definitiva, un relato que se cuela en el corazón y en la mente para revelarnos una verdad escondida entre las sombras de una vida de abandono y sin confesiones de un matrimonio que terminó desmoronándose antes de empezar. Llena de simbolismo y de delicadeza pictórica y narrativamente detallista, Vitalina Varela, no deja de ser una historia entre muchas otras.