3 Butacas de 5
En un año tan caótico y cargado de desastres como este 2020, Judd Apatow se erige como un faro de tranquilidad y nos frece exactamente lo que uno espera encontrar en una de sus películas… de las de la última década. Es importante señalar que El rey del barrio comparte mucho más con Si fuera fácil (2012) o Hazme reír (2009) que con Virgen a los 40 (2005) o Lío embarazoso (2007), por si acaso alguien sigue esperando que Apatow volviera a la senda del humor gamberro y desenfadado que caracterizaba a las producciones de sus primeros años.
Pues no, nada más lejos: El rey del barrio es un drama con pinceladas de comedia, y su humor reducido casi exclusivamente a los ágiles diálogos de sus personajes más excéntricos. Sin más ambición que la de seguir viviendo en casa de su madre y pasando el rato con sus amigos del barrio, la vida de Scott Carlin (interpretado por Pete Davidson) se ve sacudida por dos enormes cambios: su hermana pequeña deja la ciudad para empezar la universidad y, por primera vez en 17 años, su madre comienza a salir con un hombre. Un bombero, nada menos. Igual que su difunto padre. Scott es un tipo gracioso incluso en ocasiones en las que no pretende serlo, pero la película no va de eso, sino de un chaval de 24 años cuya vida es un desastre porque no ha conseguido superar la muerte de su padre y que siente no estar a su altura.
Al mismo tiempo, sin embargo, Apatow dedica una sorprendente cantidad de metraje a mostrar escenas de la vida cotidiana de Scott que funcionan más como gag que como recurso narrativo. Aparte de alargar innecesariamente la película con la excusa de desarrollar un personaje que ya está caracterizado a la perfección (y ojo, porque dura nada menos que dos horas y 15 minutos), estas pequeñas disrupciones comprometen aún más el tono de una cinta que no parece cómoda resignándose a contar algo serio. Curiosamente, la historia parece adolecer del mismo miedo al compromiso y de los mismos problemas para concentrarse que su protagonista: tanto es así que, si no estuviese tan claro que este efecto no siempre es intencional, habría sido una genialidad.
En definitiva, El rey del barrio es más emotiva y carismática de lo que uno se imagina antes de verla, y esa sorpresa impacta positivamente sobre la valoración final de la película, pero sus engranajes chirrían demasiado como para encantar. Con todo, es admirable la maestría con la que Apatow utiliza el humor para escapar de situaciones incómodas o afrontar vivencias dolorosas.