4 Butacas de 5
El verano, época de felicidad, desconexión y experimentación. La calidez del sol irradia en nuestros cuerpos mientras tomamos el sol, disfrutamos de una cerveza fresca y contemplamos los momentos que nos hacen únicos. Respirar e inspirar, todo nos sabe a verano, sobre todo en un periodo actual en el que no lo hemos disfrutado como es debido y hemos tenido que retroceder a través de nuestra imaginación a otra época, en la que nos sentíamos seguros y felices al ver una puesta de sol.
Y es precisamente un rayo de luz en nuestro corazón lo que nos regala François Ozon en Verano del 85. La nueva película del cineasta es un homenaje a las historias de amor de verano, al nacimiento de una amistad inquebrantable y a la necesidad de sentirnos amados y completos.
El amor de verano es especial, es el único que nos hace sentir libres y nos abriga en las noches frías cuando surge el recuerdo de aquella figura. Un retrato que el director refleja con armonía y encanto a través de la historia de Félix Lefebvre y Benjamin Voisin, dos almas que se reencuentran en un pueblo marítimo de Francia y entre los que surge una amistad especial, única e intransferible. Una que ahonda en los sentimientos más íntimos y que nos hacen experimentar la felicidad a través de dos personas necesitadas de amor y protección, pero sobre todo de querer ser libres sin reglas.
Los jóvenes intérpretes están espléndidos en una película rodada con la pasión de alguien que ha vivido veranos únicos, haciéndole madurar y creando historias tan hermosas como sus proyectos anteriores: En la Casa o la durísima Gracias a Dios. Porque si algo tiene el parisino es que sabe perfectamente escarbar en lo que nos hace ser especiales, en los recuerdos de una época en la que las tómbolas de las ferias de verano y sus bailes nos hacían sentir reyes de la noche.
Un largometraje que respira libremente y que nos hace palpitar a través de la historia de sus dos protagonistas, el camino a la madurez y descubrimiento de uno mismo además de la necesidad de no sentirnos solos. Una atracción con la que el espectador sucumbirá también a través de la música, las canciones empleadas y la sencillez de unos diálogos reflexivos que nos invitan a ver más allá de un simple amor de verano.