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Separaciones, divorcios, negligencias, abusos…todos estos factores forman parte de un círculo que devora a una parte de la sociedad. No hablo subjetivamente del amor, de las relaciones de amistad entre un hombre y una mujer, hay un daño colateral fruto de esas relaciones de cariño que sufre las consecuencias: el rostro de la inocencia de un niño.
El sistema judicial de cada país tiene sus leyes, esas que un juez lleva a cabo para impartir la denominada justicia, una que, aunque para muchos sea la ideal, para otros no es la adecuada dando lugar a recoger los ejemplos de un sistema que no funciona.
Antonio Méndez Esparza dirige Courtroom 3H, película que compite en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián y único candidato español que presenta su apuesta para la Concha de Oro. Su largometraje es el ejemplo de un sistema judicial, social y económico que no funciona y que da lugar a las lágrimas de una sociedad que ve como el daño que se les hace a nuestros hijos se convierten en víctimas de ello.
El cineasta planta su cámara en el Tribunal de Familia Unificada de Tallahasse (Florida) mostrar con total naturalidad, sin opacidad ni ideologías, una cuestión brutal que se lleva el futuro de los más pequeños en muchos casos: ¿qué es lo mejor para el futuro de un menor?
A lo largo de dos horas asistimos a las vistas de diferentes casos, de familias rotas que por diferentes circunstancias como laborales, problemas sociales, separaciones, abusos o negligencias ven como sus hijos son entregados a familias de acogida a la espera de un nuevo hogar o de que la situación de sus padres mejore. No hay impunidad ninguna en algunos testimonios donde se asiste a la propia renuncia de la patria potestad de algunas familias al no poder hacer frente al cuidado de sus primogénitos.
Un trabajo duro, que se clava en la retina y el alma del que lo ve y quien lo padece, mostrando la realidad un sistema resquebrajado y que se lleva por delante el presente y futuro de quienes no han tenido el derecho de elegir.
Los protagonistas del trabajo son seres humanos corrientes, abogados, fiscales, jueces y los familiares, todo ello forma un cóctel de emociones que provoca una tensión a lo largo de la película que nos oprime el corazón de angustia por querer hacer algo al respecto.
Relaciones de todo tipo forman parte de un trabajo de matrícula de honor sin límites, en el que Méndez Esparza retrata la voz de los desprotegidos mostrando el dolor, la pesadumbre y todas las variantes que se producen en las relaciones paterno-filiales.
Una sociedad perdida en donde la inocencia de los niños queda en manos de una justicia atrapada e incapacitada para dar esperanzas a una generación lastrada, y que solamente desea el calor de un padre y una madre.