3 Butacas de 5
Dos años después de estrenar la deslumbrante Dogman, Mateo Garrone se presenta en nuestras salas de cine con la marioneta de madera más querida y popular por parte del público, y es que quién no ha crecido escuchando antes de dormir por boca de sus padres la obra literaria de Carlo Collodi. Ahora bien, si los pequeños infantes se imaginaban una luz despampanante a la hora de escuchar la novela infantil, parece ser que el cineasta italiano tenía pesadillas, y lo que para todos era luminiscencia y claridad, para él era oscuridad y tinieblas.
El que fuese director de Gomorra envuelve a Pinocchio en una atmósfera perturbadora y austera dentro de una historia tan convencional como inconexa, puesto que nos narra el mismo cuento de toda la vida pero a medida que transcurre el filme parece que las secuencias no siguen un hilo conector, resultando un suceso de escenas sueltas con el único fin de contar todo en un tiempo limitado que tendría que haberse dilatado, y con ello desarrollar con mayor profundidad una historia que podría haber sido más penetrante e insondable.
Si decíamos antes que la historia se amoldaba a lo ya conocido, no es así la manera en la que se cuenta, pues aquí fondo y forma no van de la mano. A este servidor le hubiese gustado que la lobreguez que impregna tanto el conjunto como sus personajes se hubiesen plasmado en su narración, pudiendo incluso haber llegado a filmarse una cinta terrorífica y maquiavélica con la que el espectador se hubiese atemorizado y sorprendido al ver a su querida marioneta desde una perspectiva más atroz.
El famoso actor y director italiano Roberto Begnini, ganador del Oscar (tanto por su interpretación como por su obra) por La Vida es Bella, en 2002 dirigió su propia versión de Pinocho, una obra que tanto a crítica como a público no terminó de convencer. Casualidad o no, en el título que nos atañe da vida a Gepetto, el padre y fabricante de la marioneta que da nombre a la película. Begnini ama tanto a su personaje como a Pinocho; sin duda, es el alma, la voz y la pasión de esta vistosa teatralidad. Destacar también a otros personajes que consiguen teñir de luz esta oscura obra, véase la pareja del Gato y el Zorro interpretados por Rocco Papaleo y Massimo Ceccherini (quienes intentarán engañar al inocente y tierno Pinocchio para estafarle), que conforman un dúo tan ruin como cómico, siendo estos dos unos de los personajes más significativos dentro del peculiar reparto. Otro que llama la atención al verle por primera vez es el mítico pepito grillo, que en esta ocasión parece sacado de una cinta de La Troma, un personaje cutre de serie B que, paradójicamente, encuentra en su peculiar diseño el encanto del mismo. No obstante, ni Ielapi (que interpreta a Pinocho), ni Begnini, ni Papaleo, ni Ceccherini… aquí la verdadera protagonista es la encomiable dirección artística con la que cuenta esta producción.
En definitiva, para el que escribe estas líneas, Mateo Garrone afila con mezquindad una túrbida fábula donde lo artístico prima sobre lo narrativo. Podemos decir que en esta cinta se proyecta la historia que siempre nos han contado como nunca nos la habían mostrado. Una oscura y tenebrosa obra que prefiere mantenerse firme y no arriesgar con un cambio argumental que bien podría haber funcionado. No es el cuento de los cuentos, pero en su fosca atmósfera y en sus encantadores personajes se encuentra la magia de Pinocchio.