4´5 Butacas de 5
El cine se puede contar de muchas maneras. A través de una linealidad, saltos temporales, diferentes personajes e incluso mediante la óptica del surrealismo, un aspecto que nos permite sumergirnos a través de una línea que carece de sentido para encontrar el sentido a las cosas. Charlie Kaufman, regresa por la puerta grande a través de Netflix con Estoy pensando en dejarlo, una oda a la soledad y los recuerdos, pero trazada a través de una concepción surrealista que va acorde con un prisma real que muchas veces esquivamos pero sigue a nuestro alrededor.
La película se estrena directamente en Netflix. Hay que ser realistas y ante la pandemia existente la plataforma se está frotando las manos y sacando su artillería pesada a sabiendas de que el público consumirá además de la carreras de premios. Escrita y dirigida por Kaufman, el largometraje es la adaptación de la novela Ian Red, pero a través de las manos del particular guionista se convierte en mucho más que una película.
La historia se centra en una joven interpretada por Jessie Buckley, a la que comenzamos poniendo cara esperando a su novio Jake (Jesse Plemons), un noviazgo que ella está dispuesta a dejar desde el principio a pesar de que acceda a conocer a los padres de su chico. Un viaje en coche, en el que ambos hablarán de arte, poesía, maneras de ver la vida y sobre todo de ese aspecto que acaba consumiendo toda relación: la monotonía. Charlie Kaufman traza mediante diálogos que no tienen fin, la esencia de algunos aspectos de la vida en la que los seres humanos nos sentimos melancólicos, solitarios y hechos trizas debido a la falta de entendimiento con los demás y uno mismo.
Una película que puede resultar incómoda para el espectador y que hay que dejar reposar tras su visionado. No me refiero por escenas grotescas, ni mucho menos, sino por que Kaufman nos alinea con diferentes mecanismos con los que más de uno no sabrá el lugar en el que se haya. Lo que empieza siendo una historia romántica acaba jugando consigo misma a través de unos giros que la acercan en muchos momentos al terror psicológico. Un problema matemático a los que el espectador no está acostumbrado y que merece la pena ver para adentrarse en la mente humana, sus problemas y recuerdos. Precisamente esto último es lo que refleja perfectamente la película. Momentos de la vida que han sido dolorosos para los protagonistas y alegres, reflejados en una ambientación tenue, llena de claroscuros y que juega muy bien gracias a la luz a la hora de lo que da sentido a la vida: la cultura y el arte.
Hay que quitarse el sombrero con sus dos protagonistas, los dos están brillantes en sus respectivos roles además de que Kaufman vuelve a alardear de lo que nos tiene acostumbrados: un protagonista masculino introvertido y una mujer que lleva la iniciativa del film. La verdad sea dicha, quienes se llevan realmente la palma interpretativa son sus dos secundarios de lujo, Toni Collette y David Thewlis. Ambos representan a los padres de Jake y son sin duda uno de los aspectos que le otorgan tanta fuerza al film. Granjeros de profesión, su papel en la película representa el dolor por los recuerdos de una vida, de una relación que comenzó y terminó apagándose a través de la demencia. Son dos de las interpretaciones por el momento que no faltarán en la quiniela de candidatos a ser nominados para los próximos premios de la Academia de Hollywood. Collette nos regala sin duda algunas escenas memorables, quizás más cerca a su papel de matriarca de Hereditary pero aun así está impecable.
Escenarios que se entrelazan, diálogos en off, un viaje mental que a muchos les parecerá estar dentro del universo de David Lynch solo que esta vez el trasfondo de la película es real. Un trabajo en la que su guion no sigue ninguna estructura pero a la que no hace falta porque nuestra mente construye momentos, recuerdos y vivencias reales como la sentimos.